jueves, 26 de septiembre de 2013

Lo electoral como un medio. FORO DE DEBATE*

*Las ideas aquí expresadas no tienen por qué representar necesariamente la opinión de Izquierda Anticapitalista, sí las del/ la autor/a del texto.

Jaime Pastor Verdú, Miguel Urbán Crespo.
 
Militantes de Izquierda Anticapitalista │ Diagonal

La búsqueda de nuevas herramientas políticas y electorales por parte de distintas sensibilidades presentes en los movimientos sociales es algo recurrente en la historia contemporánea cuando en sus ciclos de protesta se llega a un umbral difícil de superar y los contrapoderes creados no son suficientes para provocar la quiebra del régimen o del sistema por la vía insurreccional.

Así parece estar ocurriendo en el Estado español, con la particularidad de un autismo institucional del partido gobernante que, pese a su aparente fortaleza parlamentaria, no es ya capaz de ocultar la crisis de legitimidad que afecta al mismo y al régimen tanto por su abierta subordinación a la “dictadura de los mercados” como por la corrupción sistémica que afecta a la práctica totalidad de sus instituciones.
Esa “galaxia” de iniciativas, proyectos y colectivos que están emergiendo parecen compartir la necesidad de otra política, otra democracia y otra forma de llevarlas a la práctica Esa percepción por parte de una “mayoría consciente respecto al colapso y a la estafa, así como de sus culpables” [Antón Gómez Reino, en el número 204] no se ve acompañada de una sensación de fuerza colectiva suficiente para provocar la caída de este régimen ni, sobre todo, por la convicción de que es posible una alternativa al mismo. Con todo, desde la irrupción del 15M hasta ahora mucho se ha avanzado en la creación de nuevos espacios de confluencia, de una “dinámica de contagio” y de un “clima” en cuyo marco toda una “galaxia” de iniciativas, proyectos y colectivos están emergiendo, ahora también en el plano político-preelectoral. Todas ellas parecen compartir la necesidad de otra política, otra democracia y otra forma de llevarlas a la práctica, prefigurándolas además, en mayor o menor medida, desde sus propias prácticas cotidianas.

Relación de fuerzas

En la fase en la que estamos entrando no se trata de olvidar la centralidad de un “movimiento de movimientos” desobediente que habría que seguir potenciando en torno a demandas comunes, ya que ésa es condición fundamental para ir construyendo un bloque plural de los diferentes pueblos del Es­tado español y un empoderamiento creciente de los mismos, capaz de ir cambiando la relación de fuerzas. Pero precisamente porque un obstáculo en ese camino es el bloqueo institucional actual, necesitamos sumar a lo anterior nuevos instrumentos políticos que ayuden a romperlo.
Parece necesario dar un paso adelante hacia la convergencia desde abajo de distintos colectivos y organizaciones políticas que se reconocen en ese plural espacio alternativo, sin pretender por ello sustituirlo ni ‘representarlo’. Para poder aspirar a derrotar al bipartidismo dominante, con el fin de ir abriendo camino a un proyecto de ruptura con el régimen y la apertura de procesos constituyentes, en alianza estrecha con los pueblos del Sur de Europa para derrotar a la troika.

Mal mayor

No va a ser fácil poner en pie un proceso semejante en una coyuntura en la que el carácter predominantemente defensivo de las luchas y los límites a los que se ha llegado hasta ahora dan un margen de credibilidad a las políticas del “mal menor”, como estamos viendo en Andalucía, y que puede ser el camino más rápido a un mal mayor. De nuevo habría que recordar lo que decía un pensador clásico más reivindicado que leído: con ese tipo de política “no se trata de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo”.

Por eso deberíamos tener claro todas las gentes dispuestas a participar en un bloque convergente tres premisas fundamentales:
  • No se puede pactar con los partidos del régimen;
  • Cualquier proceso que se inicie debe de ser participativo y democrático;
  • Ser leales con las/os de abajo y respetar la independencia de los movimientos sociales, demostrando que la democracia está en las calles y no en los parlamentos.
  • En definitiva, tenemos que encarar el debate electoral como un medio y no un fin en sí mismo, desde la perspectiva de cómo puede ayudar e impulsar las luchas que vienen y que vendrán.

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