Sergi Tarín // Una bolsa de golosinas y una bebida isotónica. Con estas herramientas afronta Lidia Falcón (Madrid, 1935) el relato de los instantes más duros. Lo hace en un reservado de un céntrico hotel de Valencia. En breve está prevista su intervención en una mesa redonda de Amnistía Internacional sobre el Día Mundial de la Tortura. “Es la primera vez que voy a entrar en detalle”. Licenciada en Derecho, Arte Dramático y Periodismo y Doctora en Filosofía. Con cerca de 40 obras publicadas (entre ellas Viernes y 13 en la calle del Correo), es una referencia del feminismo español.
 
Tras un sorbo al líquido naranja, la mano temblorosa cae sobre la falda. “Bueno, qué se le va hacer”, libera Falcón un suspiro y se propulsa en una narración hacia las cloacas de la dictadura y dos de sus protagonistas más turbios: el comisario Roberto Conesa (implicado en el asesinato de Las Trece Rosas) y Antonio González Pacheco, Billy el Niño, de quien han solicitado su extradición a Argentina para ser juzgado por los crímenes del franquismo.